DEL CINE ERÓTICO A LA PORNOGRAFÍA, HAY SOLO UN PASO…

La verdad es que durante mi vida he pasado algún que otro rato de circunspección, pensando por qué a mi familia nos gustaba tanto todo lo que tuviera que ver con el erotismo, el sexo y la pornografía. Sí, ya sé que es muy fácil decir que somos hombres, casi programados genéticamente para ello, y que el macho al monte tira, exactamente igual que las cabras. Claro que la teoría es imposible de comprobar, ya que no tenemos ningún integrante femenino en el clan familiar; pero me da a mí que, de tenerlo, sería igual de salida que nosotros los hermanos, y con los mismos gustos.

Yo, un hetero convencido desde los primeros despertares de mi sexualidad, sólo puedo hablar por mí, y examinarme a través de mis experiencias. Aunque entiendo que soy un hombre extremadamente sexual, no recuerdo haber sido un baboso lleno de hormonas revolucionadas persiguiendo chicas en cuanto empezaron a picarme mis partes por primera vez. En mi casa, siempre me han tenido por un intelectual, aunque a veces yo tirara de esa fachada para hacerme el inocente un poco más de lo que lo era en realidad. Por eso, no fui uno de esos chicos que se tiran de cabeza a ver peliculas porno como si no hubiera un mañana, esperando a que sus padres se durmieran y escondiendo las pruebas de sus corridas juveniles como podía; ni tampoco tenía especial interés en las revistas «verdes», como se las llamaba entonces, ni tampoco tiré mucho de esas webs de videos x online que surgieron como malas hierbas en cuanto el internet se hizo un producto de consumo general.

No, yo fui un tipo delicado, y lo primero que me llamaron la atención fueron las películas eróticas. Ahora resulta que todos esas pelis, vistas a través del tiempo, se han convertido según los expertos en, o bien producciones de serie B, o en auténticas obras de arte. Yo, desde luego, a la edad en que me pilló no era consciente ni de una cosa ni de otra, sino solamente de que todas aquellas situaciones morbosas, cuerpos desnudos mostrados a medias, sexo implícito pero oculto tras luces y sombras, ejercían sobre mí un atractivo increíble. Y mientras todos mis colegas iban más bien a la pornografía pura y dura, a mí me fascinaba toda aquella sensualidad (algo que, en la actualidad, me sigue pasando).

Incluso llegué a hacerme una lista con las mejores películas eróticas de todos los tiempos, aunque claro, no tenía por qué coincidir con las valoraciones de expertos y crítica. Los títulos que allí incluí eran solo para mi disfrute, y la opinión sobre ellos era subjetiva… ¡pero qué leches!, a mí me bastaba y me sobraba. Y fue a partir de ahí, de ese gusto por las escenas llenas de sensualidad, por lo que me fui acercando al porno, porque oye… mi curiosidad juvenil propia de la edad llegó un momento en que quiso saciarse de algo más que de provocaciones, como es normal.

Sí, mis comienzos fueron algo diferentes y algo más delicados que los de otros tíos de mi edad al despertar a la pornografía pero… ahí queda todo. Al poco ya empecé a preferir imágenes más directas y tangibles, así que las fotos y los videos xxx acabaron absorbiéndome el seso, como a todos los demás. Pero dentro de todo, todavía soy capaz de quedarme encandilado con una buena película erótica, y le doy las gracias a ellas por no querer ir siempre al grano con las mujeres y tomarme mi tiempo, justo como a ellas les gusta. Eso también ha sido un poco mi perdición, pero ya lo contaré más adelante.

UN PALAHI QUE SE HIZO ADICTO AL PORNO

En realidad, la relación con el porno no quedó sólo en la historia de mi hermano mayor, del que ya os hablé en el post anterior. En realidad, los hombres de mi familia en general, y mis hermanos y yo en particular, somos bastante aficionados a la pornografía de cualquier clase, y mucho más a la que pudimos acceder gracias a internet. En realidad, el porno online ha afectado de alguna manera la vida de los tres, a unos más que a otros; y el más afectado de los tres, fue el de mi hermano Fernando.

Lo curioso del caso es que pensábamos que Nando era el que menos interesado en estos temas, y aunque yo había pillado algunas veces en el historial de su pc las visitas a webs xxx porno, en realidad considerábamos que no era algo demasiado importante. De hecho, él tenía mucho éxito con las tías, y además había conseguido trabajo mientras estudiaba, así que pensábamos que en realidad no tenía tiempo de ser tan viciosos como nosotros. Pero nos equivocábamos de medio a medio, y lo descubrimos de la peor manera.

En realidad, lo supimos de uno de nuestros amigos, que lo vio entrar en un café de esos que tienen acceso a internet con sus propios ordenadores, y claro, le resultó bastante raro. Cuando Rober y yo lo supimos, también nos pareció bastante extraño, así que lo seguimos en unas cuantas ocasiones; y descubrimos con asombro que se dedicaba a entrar en webs de porno folladas. ¿Por qué?, nos preguntábamos, si en casa no había problema para hacerlo, sólo había que tener un poco de cuidado con mamá, que para eso era todo un lince. Y la respuesta tuvo mucho que ver con eso, con el ojo avizor de una madre vigilante de tres hijos varones y temerosa de que fuéramos unos salidos (que lo éramos un poco, la verdad).

Cuando lo confrontamos, Nando nos confesó entre lágrimas que era todo un adicto al porno, y que si escondía en aquellos cibercafés era para que nadie se enterara. La verdad, estaba un poco agobiado, y no sabía por dónde tirar con ese problema; mi hermano y yo casi quisimos darle de coscorrones, porque no entendíamos qué vergüenza podía tener con nosotros, aunque luego nos dimos cuenta de que no era tan fácil como pensábamos. Había empezado como un juego, pero como siempre sucede con estas cosas, cada vez le fue más difícil dejar de hacerlo, y aunque Nando es un tío inteligente y se dio cuenta de que estaba empezando a tener un problema, no fue capaz de cortar por lo sano. En ese momento estaba muy agobiado, justo cuando lo descubrimos todo.

Por suerte, esta historia no tuvo mayor recorrido, pues lo cogimos bastante a tiempo, gracias a nuestro amigo cotilla y a que mi hermano realmente quería dejar esta adicción. En secreto visitamos a un psicólogo que lo ayudó, y con unas cuantas indicaciones, a los pocos meses ya estaba recuperado. Después de aquel episodio, y coincidiendo con las vacaciones de verano, salió de la ciudad un tiempo, y cuando volvió se centró en su trabajo y en sus estudios, esta vez sí; así que lo que pudo ser una verdadera crisis familiar, se quedó en un susto del que pudimos recuperarnos.

MI HERMANO Y LOS VIDEOS PORNO ONLINE

Para no hacerme el protagonista, empezaré hablando de mi hermano mayor, Roberto (bueno, y también porque no quiero que veais lo golfo que he sido tan pronto, jeje), que hoy es un médico de familia muy reputado y con fama de ser muy formal, pero que tiene un su haber un negro capítulo conocido por muy pocos, y que quizá fuera un escándalo que se supiera; pero, como siempre, la suerte ha jugado un papel importante en este asunto, y no se ha dado a conocer hasta ahora, aunque sólo habría que hacer una búsqueda en Google poniendo videos porno gratis para que se descubriera el pastel. Y quizá no tarde mucho en pasar eso.

Y es que a Rober le ponían mucho las asiáticas…

Durante nuestra época de estudiantes, el principal problema de Roberto, y el que lo metió en el lío que siguió, es que comenzó a sentir una gran atracción por las mujeres procedentes de Asia, concretamente por las orientales. Ver videos de japonesas porno era su mayor obsesión, mi hermano y yo lo sabíamos, y cada vez que llegaban estudiantes de intercambio a nuestra universidad, o escuchaba por casualidad que a nuestra ciudad llegaba un grupo de turistas asiáticas, se volvía un poco loco, e intentaba por todos los medios tener algún tipo de relación con ellas. La idea de asiaticas follando lo traía loco, lo mismo le daba verlas por internet, que en vivo en directo, siendo él o no el protagonista, y la cosa iba a peor cada día.

Y en estas conoció a Yumi, una inmigrante procedente de Corea, de padre asiático pero madre española, y en cuanto la vio decidió que tenía que salir con ella a como diera lugar. A mí esta chica no me daba muy buena espina, llevaba una vida liberal un tanto extraña para tener apenas 20 años; pero poco me podía yo imaginar la razón: era actriz porno.

Y así terminó casi haciendo películas xxx…

Pues sí, pensábamos que nuestras visitas a 4tube nos hacían especialistas en el tema, pero resulta que ni mis hermanos ni yo, ni ninguno de nuestros amigos ya puestos, la reconoció. Después supimos que dada a que era tan joven, insistía mucho en que no se le viera la cara cuando realizaba alguna escena, y claro, como no tuvimos el gusto de verla en bolas como Rober, pues no pudimos reconocer su cuerpo tampoco. El caso es que, cuando lo descubrimos, ya había convencido al panoli de mi hermano para que rodara con él una escena porno amateur, y en poco tiempo el video acabo circulando por la red, aunque al menos habían tenido la precaución de ponerse unos antifaces: un recurso medianamente eficaz, pero que esta vez sí que funcionó.

Cuando supe lo que había pasado, y que Yumi insistía a mi hermano para que se animara y se presentara a una prueba para hacer cine porno, por un momento sentí que el mundo se me venía encima. Pensé en mis padres, lo orgullosos que se sentían de su tan renombrado apellido, y lo que habían luchado para que sus tres hijos acabaran en la universidad, y es más, lo que presumían de ello. Tener un hijo trabajando en la pornografía no creo que fuera su sueño dorado, y entonces pensé que, si Roberto seguía por ese camino, mi otro hermano y yo nos veríamos sometidos a una dictadura de hierro, sin que nos dejaran respirar, y eso sí que no me molaba para nada.

Por suerte, Yumi dejó a mi hermano justo a tiempo, porque estaba entusiasmado con la idea del porno y para colmo, y por mucho que me pese, parece que hasta tenia actitudes. Poco tiempo después conoció a Ingrid, una estudiante sueca de intercambio, y se le olvidó el asunto cambiándolo por otra de sus paranoias; pero eso lo contaré en otra ocasión…

AVENTURAS Y DESVENTURAS DE UNA FAMILIA DE ABOLENGO

Aunque el comienzo de este blog pareciera algo así como un relato medieval sobre algún caballero de noble armadura, no tengo tantas pretensiones, ni me voy a dedicar a contar aquí mi árbol geneálogico, que, por cierto, se extiende muchas generaciones atrás, tantas que ya me da mareo el recordarlo. El apellido Palahí procede del noreste de España, y en la actualidad tiene varias ramas por diferentes regiones del país; si alguien está interesado, que no se corte, se busque un buen archivo de heráldica, y empiece a informarse sobre todos mis nobles antepasados.

Sí amigos, tengo un apellido de origen noble, pero yo, hijo de un médico y de una ama de casa, no soy lo que se dice un aristócrata, ni siquiera un chico de familia bien (una forma bonita de decir «pijo»). De hecho, no lo somos ninguno de mis dos hermanos y yo, sólo habría que preguntarle a mi madre, que no paraba de decir durante años que parecíamos salidos de una alcantarilla, por lo guarros que éramos, lo mal que hablábamos y cómo nos portábamos; aunque intentaron darnos la mejor educación, y no fue tan mala dado que podríamos considerarnos de clase media, nosotros hicimos todo lo necesario para que no cuajara, y además nos encantaba juntarnos con todos aquellos que eran considerados «malas compañías»: cuanto más malas, mejor.

Claro que eso fue durante la época rebelde que todos los jóvenes tienen, luego nos asentamos y nos volvimos unos aburridos hombres de bien, aunque en realidad, ni tan aburridos de tan de bien. Esto es un secreto que mis padres no deben conocer en la vida, aunque para ello no sé si esta página ha sido buena idea; claro que me queda el consuelo de que mis padres no son de la nueva era, y no tienen demasiado interés en los blogs de opinión, por suerte. Así que me dedicaré a contaros lo que la última generación de Palahí estuvo viviendo durante algunos años, porque la verdad es que tiene historia, y se me hace injusto que sólo unos cuantos amigos íntimos llegaran a saber en qué andábamos en la época más divertida y alucinante de nuestra vida.

Espero que todos os divirtáis o por lo menos os entretenga, pero un aviso a navegantes: no sintáis la tentación de repetir ninguna de nuestras aventuras. Primero, los tiempos de ahora no son los de antes; y después, tengo que admitir que gozamos de una suerte excepcional en todas las trastadas que se nos ocurrió, y si no acabamos en ningún lío grave, fue solamente cosa de fortuna. Y puede ser que no se vuelva a repetir.