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UN PALAHI QUE SE HIZO ADICTO AL PORNO

En realidad, la relación con el porno no quedó sólo en la historia de mi hermano mayor, del que ya os hablé en el post anterior. En realidad, los hombres de mi familia en general, y mis hermanos y yo en particular, somos bastante aficionados a la pornografía de cualquier clase, y mucho más a la que pudimos acceder gracias a internet. En realidad, el porno online ha afectado de alguna manera la vida de los tres, a unos más que a otros; y el más afectado de los tres, fue el de mi hermano Fernando.

Lo curioso del caso es que pensábamos que Nando era el que menos interesado en estos temas, y aunque yo había pillado algunas veces en el historial de su pc las visitas a webs xxx porno, en realidad considerábamos que no era algo demasiado importante. De hecho, él tenía mucho éxito con las tías, y además había conseguido trabajo mientras estudiaba, así que pensábamos que en realidad no tenía tiempo de ser tan viciosos como nosotros. Pero nos equivocábamos de medio a medio, y lo descubrimos de la peor manera.

En realidad, lo supimos de uno de nuestros amigos, que lo vio entrar en un café de esos que tienen acceso a internet con sus propios ordenadores, y claro, le resultó bastante raro. Cuando Rober y yo lo supimos, también nos pareció bastante extraño, así que lo seguimos en unas cuantas ocasiones; y descubrimos con asombro que se dedicaba a entrar en webs de porno folladas. ¿Por qué?, nos preguntábamos, si en casa no había problema para hacerlo, sólo había que tener un poco de cuidado con mamá, que para eso era todo un lince. Y la respuesta tuvo mucho que ver con eso, con el ojo avizor de una madre vigilante de tres hijos varones y temerosa de que fuéramos unos salidos (que lo éramos un poco, la verdad).

Cuando lo confrontamos, Nando nos confesó entre lágrimas que era todo un adicto al porno, y que si escondía en aquellos cibercafés era para que nadie se enterara. La verdad, estaba un poco agobiado, y no sabía por dónde tirar con ese problema; mi hermano y yo casi quisimos darle de coscorrones, porque no entendíamos qué vergüenza podía tener con nosotros, aunque luego nos dimos cuenta de que no era tan fácil como pensábamos. Había empezado como un juego, pero como siempre sucede con estas cosas, cada vez le fue más difícil dejar de hacerlo, y aunque Nando es un tío inteligente y se dio cuenta de que estaba empezando a tener un problema, no fue capaz de cortar por lo sano. En ese momento estaba muy agobiado, justo cuando lo descubrimos todo.

Por suerte, esta historia no tuvo mayor recorrido, pues lo cogimos bastante a tiempo, gracias a nuestro amigo cotilla y a que mi hermano realmente quería dejar esta adicción. En secreto visitamos a un psicólogo que lo ayudó, y con unas cuantas indicaciones, a los pocos meses ya estaba recuperado. Después de aquel episodio, y coincidiendo con las vacaciones de verano, salió de la ciudad un tiempo, y cuando volvió se centró en su trabajo y en sus estudios, esta vez sí; así que lo que pudo ser una verdadera crisis familiar, se quedó en un susto del que pudimos recuperarnos.